viernes, 1 de mayo de 2020

Día 47. Conciencia de clase.

Día 47, a 30 de abril de 2020

Ha sonado el despertador, como todas las mañanas, en uno de esos días en los que la voz que te dice que lo mandes todo a la mierda gana fuerza. Misma rutina laboral, inalterable. Al salir del trabajo me sorprendió la cantidad de gente que había en la calle, colas enormes en estancos y tiendas; incluso un grupo de individuos ya de cierta edad con unas latas de birra en la puerta de un comercio de alimentación. He ido a comprar unos víveres después de la siesta, la imagen en el supermercado era un tanto dantesca; algún niño en bici por los pasillos, un grupo de chavales (y alguno no tan chaval) comprando para una fiesta de cumpleaños. Me pregunto cuántos días va a tardar en subir el número de infectados, y en consecuencia, el de muertos, y por lo tanto la vuelta a medidas más restrictivas.   Esta mañana he estado pensando sobre todos esos bulos carentes de sentido que circulan por internet, los de ayer y hoy; la mayoría de ellos sin ninguna solidez. He estado escuchando durante un montón de tiempo a muchísimas personas hablar sobre esas ayudas económicas a inmigrantes totalmente inexistentes; de extranjeros que no trabajan porque viven del dinero que les proporciona el estado. Ninguna de esas personas parece que se hayan parado a pensar con un mínimo de lógica, ¿por qué iban a realizar los inmigrantes los peores trabajos si pueden vivir del estado? Además de eso, los datos oficiales dicen que un millón y medio de extranjeros han abandonado el país desde que comenzó la crisis sanitaria, incluso pagando para salir ilegalmente; un fenómeno que no tendría ni pies ni cabeza si esa gente viviera gratuitamente a costa de las arcas públicas. El odio realmente no va enfocado hacia quien es de otro país, va dirigido a quien es pobre; la aporofobia y el clasismo son la mayor lacra de nuestra sociedad a nivel discriminativo. Da igual de qué raza, sexo, religión o país de procedencia seas mientras tengas dinero. Una persona de clase media, cualquier día puede acabar en el arroyo, el nivel de vida del populacho no es tan seguro como le parece a la mayoría; siempre hay que tener a la vista la miseria, por si acaso se nos olvida. Son muchos los que erigen altares a los ricos y sus supuestas bondades, sin ser conscientes de que nunca entrarán en ese templo porque ellos tienen algo de lo que la gente de a pie carece: conciencia de clase.