Este diario es un punto
y final dentro de la montonera de finales inconclusos que componen la vida.
Algo importante dentro de mi existencia y una cosa insustancial y ridícula para
la mayoría de seres. Así funciona el mundo, no somos nada fuera del grupo, por
mucho que nos empeñemos en lo contrario. Solo si la masa quiere nos convertimos
en algo singularmente apetecible, entonces podemos destacar y sentirnos seres
únicos y brillantes. Y ahora, como no podía ser menos, vuelve a pasar lo mismo.
La gente sale de nuevo a la calle, al principio con miedo, observando, a la espera
de que uno se salte las normas para ir todos detrás como putos borregos. Y de
nuevo llega el contagio, solo hay que tener un poco de paciencia.
Ahora voy a rebobinar para desmarcarme. Me
da igual que la masa quiera o no, paso de esas mierdas. Yo me siento un ser
único, especial, increíble y con unas capacidades de la hostia. Tengo un
coeficiente intelectual muy por encima de la media y realmente estoy capacitado
para ver cosas que están depositadas en los vertederos de la coherencia global.
El pensamiento divergente y evitar las reverencias absurdas son la clave de
todo. El resto consiste en no morir de asco y cuestionarse las órdenes provenientes
de los pisos superiores.
Realidad propia:
El niño se acaba de tirar un pedo de adulto,
brutal. Son casi las ocho de la mañana del cuatro de mayo de dos mil veinte y
todavía no le han brotado los jodidos dientes. Sus encías deben ser de acero
quirúrgico, porque no me jodas, no se rompen nunca. Lidia duerme, yo todavía
huelo a sudor nocturno y la perra se está chupando el chocho mientras la gata
duerme en su agujero. En otro orden de cosas, llevo dos cafés, un omeprazol,
una barrita energética y, aunque he follado, me he tenido que hacer una paja de
madrugada. La realidad sigue estando ahí fuera, camuflada y con forma de virus
letal, aunque parece que empieza a dar igual, pues todo el mundo vuelve a las
calles, convencidos de que la desescalada es el mejor plan del mundo, y puede
que lo sea, aunque me decanto por la implantación de nidos de ametralladora
ubicados en puntos estratégicos de tránsito masivo, por aquello de adelantarme
a los acontecimientos. Propongo matar indiscriminadamente a un tercio de la
población, indispensable que sea de forma violenta y sangrienta, como
sacrificio a los dioses, para que se lleven la pandemia y nos dejen respirar en
paz.
Sigo en paro y sin saber si lo seguiré
cobrando hasta que se normalice la situación. Porque seamos sinceros, lo
importante es el dinero, de otro modo no tendría sentido la desescalada y esas
ansias de que todo vuelva a una normalidad bautizada como «nueva normalidad».
Es lo que tiene formar parte del ridículo. En uno pocos de miles de años hemos
evolucionado, moldeado el medio a nuestro antojo, destruido el planeta y cagado
sobre las tumbas de nuestros ancestros. Ahora simplemente nos suicidamos como
especie mientras nos emborrachamos a la luz de la luna. Y lo hacemos sonriendo,
con el culo abierto. Violados por un mono que ha sido entrenado durante años
por el gobierno para que reconozca nuestros culos y los perfore a placer. El
mono capitalista perforador de orificios anales, todo un artista.
Surrealismo aragoniano:
El payaso Ronaldo toma birras en el sofá de
casa. Apenas lleva ropa y huele un poco mal. Son las 3:43 am.
—Joder, tienes un cojón de libros de
Bukowski —dice mientras observa la estantería del salón.
—Tengo todo lo que está traducido.
—Mucha gente, sobre todo uno que conoces
bien, reniega de este autor. La gente reniega de todo, joder, y luego van de
putos felices de mierda. Debería morir todo el mundo, ¿no crees?
—La
gente se ve seducida por Hank, sobre todo cuando son jóvenes y salvajes. Luego
crecen y, como se odian a sí mismo, reniegan de esas lecturas que les devuelven
la locura del pasado. No se trata de calidad, es su propia estupidez. Y ese que
tú dices es el más estúpido de todos.
—Tranquilo, tío, no te crezcas, no hace
falta que vayas de erudito conmigo —repiquetea Ronaldo.
—¡Que te jodan!
Ambos carcajeamos.
—Todo esto llega a su fin, y me hago una
pregunta payasil, ¿vas a eliminarme del todo? —me pregunta—. Estaba empezando
a cogerle el gusto a esto de existir, aunque sea como personaje tuyo.
—Probablemente desaparezcas, sí. No sé cómo
cojones he podido crear semejante aberración.
—Tú eres la aberración, amigo. Tú eres el
que te pones enfermo viendo a todas esa gente caminando por la calle con sus mascarillas
de mierda, y los guantes, y la cara de «voy a librarme de esta jodienda». Tú
eres el que sueñas con una hecatombe mundial que termine de una vez por todas
con la ineptitud, la sinrazón y el conformismo barato. No me señales, amigo, no
lo hagas. Tú eres el que colecciona novelas horribles que hablan sobre el alma
corrupta del ser humano. Autores como Conrad, Bukowski, Palahniuk, Welsh,
Auster, Martin Amis, Ryu Murakami, Fante, Carver, Dazai, Tanizaki, Hesse, Salinger,
Lovecraft, Poe, Ligotti, Burroughs, el tiburón Thompson. Sé lo que opinas de la
desescalada y de los planes del gobierno, y del ser humano, y del avance
imparable de las ciudades, y de la nube gris que nos come. Todos lo sabemos,
doctor Irreverente. Este virus es la demostración palpable y práctica de que al
ser humano actual, en conjunto, solo le interesa salvaguardar la economía y
sobrevivir a costa de los demás. Pisotear, boicotear, mentir, matar, succionar,
desangrar. Los sabemos, doctor, lo sabemos. No olvides que yo soy tu lengua
dentro de toda esta vorágine, tu lengua real dentro la ficción, tu verdadero
pensamiento convertido en acción, soy el jodido alter ego del alter ego.
¿Dóndes estás en realidad, acaso tienes miedo?
Le quito la cerveza, cierro los ojos, los
abro, y ya no está. Se acabó.