martes, 5 de mayo de 2020

Día 50: Grupo Salvaje y el mono que encula




Este diario es un punto y final dentro de la montonera de finales inconclusos que componen la vida. Algo importante dentro de mi existencia y una cosa insustancial y ridícula para la mayoría de seres. Así funciona el mundo, no somos nada fuera del grupo, por mucho que nos empeñemos en lo contrario. Solo si la masa quiere nos convertimos en algo singularmente apetecible, entonces podemos destacar y sentirnos seres únicos y brillantes. Y ahora, como no podía ser menos, vuelve a pasar lo mismo. La gente sale de nuevo a la calle, al principio con miedo, observando, a la espera de que uno se salte las normas para ir todos detrás como putos borregos. Y de nuevo llega el contagio, solo hay que tener un poco de paciencia.
    Ahora voy a rebobinar para desmarcarme. Me da igual que la masa quiera o no, paso de esas mierdas. Yo me siento un ser único, especial, increíble y con unas capacidades de la hostia. Tengo un coeficiente intelectual muy por encima de la media y realmente estoy capacitado para ver cosas que están depositadas en los vertederos de la coherencia global. El pensamiento divergente y evitar las reverencias absurdas son la clave de todo. El resto consiste en no morir de asco y cuestionarse las órdenes provenientes de los pisos superiores.
    Soy miembro del Grupo Salvaje, y moriremos matando.

Realidad propia:
    El niño se acaba de tirar un pedo de adulto, brutal. Son casi las ocho de la mañana del cuatro de mayo de dos mil veinte y todavía no le han brotado los jodidos dientes. Sus encías deben ser de acero quirúrgico, porque no me jodas, no se rompen nunca. Lidia duerme, yo todavía huelo a sudor nocturno y la perra se está chupando el chocho mientras la gata duerme en su agujero. En otro orden de cosas, llevo dos cafés, un omeprazol, una barrita energética y, aunque he follado, me he tenido que hacer una paja de madrugada. La realidad sigue estando ahí fuera, camuflada y con forma de virus letal, aunque parece que empieza a dar igual, pues todo el mundo vuelve a las calles, convencidos de que la desescalada es el mejor plan del mundo, y puede que lo sea, aunque me decanto por la implantación de nidos de ametralladora ubicados en puntos estratégicos de tránsito masivo, por aquello de adelantarme a los acontecimientos. Propongo matar indiscriminadamente a un tercio de la población, indispensable que sea de forma violenta y sangrienta, como sacrificio a los dioses, para que se lleven la pandemia y nos dejen respirar en paz.
    Sigo en paro y sin saber si lo seguiré cobrando hasta que se normalice la situación. Porque seamos sinceros, lo importante es el dinero, de otro modo no tendría sentido la desescalada y esas ansias de que todo vuelva a una normalidad bautizada como «nueva normalidad». Es lo que tiene formar parte del ridículo. En uno pocos de miles de años hemos evolucionado, moldeado el medio a nuestro antojo, destruido el planeta y cagado sobre las tumbas de nuestros ancestros. Ahora simplemente nos suicidamos como especie mientras nos emborrachamos a la luz de la luna. Y lo hacemos sonriendo, con el culo abierto. Violados por un mono que ha sido entrenado durante años por el gobierno para que reconozca nuestros culos y los perfore a placer. El mono capitalista perforador de orificios anales, todo un artista.

Surrealismo aragoniano:
    El payaso Ronaldo toma birras en el sofá de casa. Apenas lleva ropa y huele un poco mal. Son las 3:43 am.
    —Joder, tienes un cojón de libros de Bukowski —dice mientras observa la estantería del salón.
    —Tengo todo lo que está traducido.
    —Mucha gente, sobre todo uno que conoces bien, reniega de este autor. La gente reniega de todo, joder, y luego van de putos felices de mierda. Debería morir todo el mundo, ¿no crees?
    —La gente se ve seducida por Hank, sobre todo cuando son jóvenes y salvajes. Luego crecen y, como se odian a sí mismo, reniegan de esas lecturas que les devuelven la locura del pasado. No se trata de calidad, es su propia estupidez. Y ese que tú dices es el más estúpido de todos.
    —Tranquilo, tío, no te crezcas, no hace falta que vayas de erudito conmigo —repiquetea Ronaldo.
    —¡Que te jodan!
    Ambos carcajeamos.
    —Todo esto llega a su fin, y me hago una pregunta payasil, ¿vas a eliminarme del todo? —me pregunta—. Estaba empezando a cogerle el gusto a esto de existir, aunque sea como personaje tuyo.
     —Probablemente desaparezcas, sí. No sé cómo cojones he podido crear semejante aberración.
    —Tú eres la aberración, amigo. Tú eres el que te pones enfermo viendo a todas esa gente caminando por la calle con sus mascarillas de mierda, y los guantes, y la cara de «voy a librarme de esta jodienda». Tú eres el que sueñas con una hecatombe mundial que termine de una vez por todas con la ineptitud, la sinrazón y el conformismo barato. No me señales, amigo, no lo hagas. Tú eres el que colecciona novelas horribles que hablan sobre el alma corrupta del ser humano. Autores como Conrad, Bukowski, Palahniuk, Welsh, Auster, Martin Amis, Ryu Murakami, Fante, Carver, Dazai, Tanizaki, Hesse, Salinger, Lovecraft, Poe, Ligotti, Burroughs, el tiburón Thompson. Sé lo que opinas de la desescalada y de los planes del gobierno, y del ser humano, y del avance imparable de las ciudades, y de la nube gris que nos come. Todos lo sabemos, doctor Irreverente. Este virus es la demostración palpable y práctica de que al ser humano actual, en conjunto, solo le interesa salvaguardar la economía y sobrevivir a costa de los demás. Pisotear, boicotear, mentir, matar, succionar, desangrar. Los sabemos, doctor, lo sabemos. No olvides que yo soy tu lengua dentro de toda esta vorágine, tu lengua real dentro la ficción, tu verdadero pensamiento convertido en acción, soy el jodido alter ego del alter ego. ¿Dóndes estás en realidad, acaso tienes miedo?
    Le quito la cerveza, cierro los ojos, los abro, y ya no está. Se acabó.