sábado, 2 de mayo de 2020

Día 49. Si un árbol cae en un bosque y nadie está cerca para oírlo, ¿hace algún sonido?


Hoy estoy filosófico debido a la consciencia de que esto se acaba. No, no me estoy refiriendo al confinamiento, sino a estos diarios. El primer día de reclusión decidimos los autores pertenecientes al Grupo Salvaje (ya he escrito antes sobre nosotros) plasmar en unos diarios nuestras experiencias durante el encierro. Al principio lo hicimos sin marcarnos una fecha de caducidad, pero tras más de ciento veinte mil palabras escritas entre todos, decidimos dar un punto final en el diario número cincuenta. Hace ya cuarenta y nueve días, y en unos momentos parece que fue ayer, y en otros que fue hace siglos. Todo es relativo, nada es real al cien por cien, depende del estado de ánimo y de nuestras impresiones subjetivas. Ya he avisado que estoy en estado filosófico, y quien avisa no es traidor. ¿Por qué me hago la pregunta del árbol? Es algo típico sobre lo que todos hemos reflexionado
alguna vez. Si no hay nadie para ver u oír algún hecho en concreto, no podemos asegurar empíricamente que este se produce. Somos seres «racionales» que basamos nuestras creencias en las percepción de los sentidos. Por lo tanto, del mismo modo que para un ciego no existen los colores, o para un sordo no existe el cantar de los pájaros, ¿quién nos asegura que hay miles de cosas que, al no ser percibidas por nosotros, se nos están escapando? O peor aún, ¿quién nos asegura que todo lo que creemos como real no son más que meros desvaríos de un loco? ¿Podríamos ser un ente flotando en el limbo que imagina todo lo que cree real? ¿Podríamos ser nosotros el mismísimo Dios, creador del universo, y no saberlo? ¿Podríamos no ser nada en absoluto, una reacción química producida por el choque de dos átomos y que se ha creado la ilusión de que tiene consciencia?
    Mi hermano Juan Cabezuelo escribió en su diario de ayer sobre el virus, que es la humanidad, sobre si no merecemos continuar vivos en este planeta, y sobre si merecemos la extinción. Es un tema recurrente en millones de conversaciones que hemos tenido. Juan es una persona entrañable con un gran sentimiento de culpa (así lo percibo yo) que no tiene fundamento real (ya estamos con la maldita realidad, de nuevo). Sus escritos de realismo sucio son un reflejo de su alma, y no porque este sucia, sino por una confrontación moral, a mi modo de ver católica, basada en que el hombre carga sobre sus espaldas el pecado original. No digo con ello que Juan sea creyente, sino que soporta ese estigma. Entonces, ¿creo que por el contrario que el ser humano es merecedor de ser el amo de la tierra? Pues ni sí, ni no. Depende del día, ya lo dije antes.
    Si la humanidad despareciera de la faz de la tierra, ¿existiría la tierra? De igual manera que no podemos asegurar que el árbol hace ruido al caer si no hay nadie para escucharlo, tampoco podemos asegurar que el mundo existiría si no estamos nosotros para comprobarlo. ¿Es el ser humano el peor animal del planeta? Pues lo mismo, ni sí, ni no. Si comparamos a Teresa de Calcuta con un tiburón que está dispuesto a devorarnos, pensaremos una cosa, pero si comparamos a un cachorro de gatito con Hannibal Lecter, pensaremos la contraria.
    Todo es relativo, todo es circunstancial, todo es una mierda. ¿Saldremos algún día de este confinamiento? ¿Volverá el mundo a la normalidad? ¿Será el fin del capitalismo? ¿Tendremos un nuevo orden mundial?... ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Y ahora que hablo de huevos… Me tenéis hasta los mismísimos.