sábado, 2 de mayo de 2020

Peligro, animales sueltos (49)




Cuando mantienes a alguien atado durante mucho tiempo tienes que soltar cuerda si no quieres que las secuelas lo maten. Cualquier tipo de caramelito absurdo es suficiente, no hace falta mucho. Aflojas los nudos, le colocas un cacharro con cuatro gominolas de mierda, le das dos caricias, unas frases de apoyo y fuera, como si fuese un perro, igual. Si repites eso durante años, cuando lo dejas libre sigue atado a ti de forma permanente. Maltrato psicológico básico, de primero de secuestrador. Los gobiernos son expertos en este tipo de tácticas a gran escala. El único problema son los animales sueltos, está claro que nada es perfecto.
    Lo que más gracia me hace, y me ha hecho siempre, es lo básicos que son algunos, llegando a mentalidad de ameba o bacteria. No quieren ver más allá y defienden lo indefendible. Los sueltan un poquito y, pudiendo disfrutar de un poco de paz  y aprovechar para lamerse sus heridas, se lanzan
como perros de presa contra el cuello de sus iguales, sobre todo de los animales sueltos. Así está ahora la sociedad, algunos cubren sus cuellos ante la mordida de los perros de presa, mientras que todos esperamos que papá estado suelte cuerda y abra por fin las puertas del campo. Menos mal que algunos somos animales libres y salvajes, lo cual implica peligro para los que se lanzan al cuello, para el estado y para las ataduras invisibles que pretenden amarrarnos a ciertas condiciones. Recordad, el miedo es un arma de doble filo que en ciertas ocasiones puede salvarnos la vida.

Realidad diaria:
    Gunnar no se aguanta a sí mismo. Los dientes le están matando y apenas puede dormir y comer en condiciones. Nuestros días giran en torno a él y nada más. El poco tiempo que nos queda lo pasamos cocinando, intentando darnos algo de cariño, haciendo pesas y, en mi caso, atendiendo a la perra, que tiene cuatro meses. Hoy me he levantado a las 5:23 am, he dejado al niño en el sofá con los ojos como platos, y me he puesto a corregir los texto de Crónicas de un encierro como buenamente he podido. A las 7:00 am he bajado a la peluda para que haga sus cosas, nos hemos cruzado con cuatro psicópatas haciendo footing y nos hemos vuelto a subir. Ahora mismo estoy escribiendo mi crónica del día y haciéndome preguntas. Estoy esperando a que se levante Lidia, que se encarga de la logística y de que todo vaya bien. Somos un equipo con las tareas repartidas y un objetivo claro basado en la supervivencia grupal. En efecto, somos peligrosos, animales sueltos.

Surrealismo aragoniano:
    Kafkiano, adoro ese término. Me encantaría que un día se usase aragoniano, refiriéndose al surrealismo derivado de mis textos e  ideas deformes.
    —¿Verdad, payaso Ronaldo? Aragoniano estaría de puta madre —pregunto mirando hacia el sofá.
    —Yo que tú no me entretendría mucho con gilipolleces absurdas, tu hijo está empezando a dar por el culo.
    —Ya, pero, ¿verdad o no?
    —Verdad… venga —contesta a regañadientes.
    —Aragoniano sonaría cojonudo, mi puto término personal.
    —En realidad sonaría más auténtico doctorirreverentiano.
    —Un poco lioso, ¿no?
    —Nos echamos un Jackie y una birra, por los viejos tiempos…
    Miro la hora: las 7:41 am.
    —¡Qué cojones! —contesto con entusiasmo mientras abro el mueble de la vajilla y saco dos vasos de whisky.
    —En honor a Cabezuelo, podemos hacer un pedido en Amazón. ¿Qué te parece un Barret M82?
    —¡Seeee…! Va siendo hora de hacer justicia ciega de balcón —contesto mientras vierto Jack Daniel’s en los vasos.